De la mano
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De la mano, XXI Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza", Ediciones Hiperión, Madrid, 2017.
Escribe el poeta Tomás Hernández Molina refiriéndose al Premio Antonio Machado en Baeza otorgado al libro De la mano: "Me gustó leer en el acta del jurado el carácter horaciano de la poesía de Reinaldo. Hay un pasaje en la biografía del doctor Johnson escrita por James Boswell, en la que Johnson llama la atención sobre el hecho de que el arroyo al sur de Nápoles donde Horacio y Mecenas se refrescaron en el siglo I d. C., sigue fluyendo como entonces y que nada ha desviado su curso, ni guerras, ni catástrofes, ni la mano del hombre y que sus aguas siguen corriendo claras y frescas, como entonces, por el mismo cauce. Esta anécdota parece ahora apropiada para celebrar la poesía de Reinaldo Jiménez, arroyo limpio y humilde donde se reflejan los cielos, las nubes y que sacia la sed de los hombres"
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SELECCIÓN DE POEMAS DE LA MANO
A Lucía, mi hija
Aún a pesar de ser feliz,
comprendes que son caras de la misma moneda
el miedo y la alegría, que los tensa el amor,
por eso a veces prende la incertidumbre
del tiempo venidero. Una sombra fulgura
en mitad de la luz.
Y vas teniendo en cuenta, porque amas,
qué habrá de sucederle a quien ahora
camina de tu mano y va creciendo.
Con axiomas sutiles has tejido
al cabo de los años la estrategia
para hacer de los días una casa habitable:
el amor sobre todo, lo sencillo,
aprender humildad en aquello que miras,
sentirte en el caudal de este mundo que fluye.
Sin embargo, de pronto,
esas ropas
que te salvan no bastan, pues no tienes
certeza de que cubran a quien ahora camina
cogida de tu mano, y piensas
que habrá de recorrer también su laberinto,
edificar principios para hacer de su vida
un lugar habitable.
Mas de repente aprieta
una mano en tu mano:
Qué bonito atardece, padre.
Es noviembre y el cielo
sobre el mar va cobrando
un color innombrable.
Y en el gesto que ha ido
desbaratando el miedo,
quitándote esas ropas que creíste
verdaderas, comprendes que lo cierto
es ir desaprendiendo,
regresar del lugar al que tú te alejabas
y ella te iba sintiendo cada vez más perdido.
En su pureza intuyes
el axioma, quizá más verdadero,
el que no enturbia el mundo.
LUGAR ABANDONADO
En su abandono sigue siendo hermoso
este lugar, que en mi niñez
era de exuberancia y albergaba
el trajinar del hombre. Ahora entra
en las casas el cielo
por los cañaverales de los tejados rotos;
dan las puertas abiertas,
de maderas aún nobles,
a los retratos de mis propios parientes
que han ido los insectos, como larvas
del tiempo, devorando.
Un relieve de cantos en el suelo del porche
da al paso una cadencia,
en cuyo afán no tiene
la voluntad dominio. La maleza
ha crecido en las cuadras,
y sobre los pesebres se desploman las vigas,
pero perdura, misteriosamente,
el rumor de las bestias. En la alberca,
que custodia un legado de bancales
incultos, entre el lodo
resisten las aneas y las zarzamoras.
Junto a las tapias casi derruidas
del antiguo molino, un azufaifo
se eleva victorioso. El aire
rezuma la aspereza de los higuerones.
EL GORRIÓN
Lo traía arropado al calor de su infancia,
en la ingenua alegría,
con el don que aún circunda de inocencia
la muerte.
Presentí en su cuidado, en la lucha del ave,
la enseñanza de aquello que merman las palabras
cuando quiere decirse.
Y en el cáliz abierto de mis manos
sostuve, como un vino ofertorio,
cuerpo de la esperanza, al pequeño animal
durante algunos días.
Venció al final la muerte en su cuerpo menudo
que ella arropó de nuevo. Al alejarse
iba también su infancia
cruzando los umbrales. |